Llega el verano, y con ello, cambiamos toda nuestra vestimenta. La llegada estival provoca que nuestros hábitos podológicos den un giro radical. Durante dos o tres meses queremos, no solo cambiar el tipo de calzado, sino que también modificamos la manera de usar nuestros pies.
Paseos por la playa, rutas de senderismo, visitas turísticas por ciudades durante varios días con una media de 20 km diarios pasan a ser rutinas en nuestros días de vacaciones. A esas exigencias en los pies añadimos que buscamos cubrir nuestros pies con calzados más abiertos, más ligeros e incluso hay veces que más anchos.
Hasta aquí todo parece estar bien, pero no es así del todo. Sin darnos cuenta estamos haciendo un sobreesfuerzo al que no hemos tenido acostumbrados nuestros pies durante el resto del año y por eso la estadística empieza a llenar las consultas de podología al término de la temporada veraniega.
Aquí, en Albacete, aún rematamos más la faena con nuestra “prórroga estivalera” de nuestra queridísima Feria, con lo que septiembre y octubre se convierten en unos meses de mucha consulta por dolor en los pies.
Intentaremos dar unos pequeños #SANUMConsejos para así antes de curar mejor prevenir.
Poco a poco vamos interiorizando que la actividad física es una gran aliada en nuestra salud, pero debemos incluir más trabajo activo del pie tanto en movilidad como en fuerza y flexibilidad.
Pensad que es lo único que nos pone en contacto con el mundo y de ahí nos volvemos bípedos y activos. ¿Usarías una faja lumbar o collarín cervical durante 10 meses y luego te pondrías a hacer abdominales todos los días durante dos meses sin parar y sin progresión de cargas? Pues es lo que hacemos todos los veranos.
¿Y si aparte de realizar ese sobreesfuerzo lo hago con un calzado inadecuado? Pues es lo que seguimos haciendo todos los veranos.
Por eso no solo debemos tener un cuidado del pie en verano de manera externa (cremas solares, cremas hidratantes, correcto corte de uñas) sino también su condición física.
Y no olvidar: utilizar calzados diseñados para cada actividad teniendo en cuenta que deben ser confortables, transpirables y con buena sujeción. Evitaremos así un exceso de sudoración, ampollas, hongos, rozaduras…
Debemos tener cuidado con bajar la altura del talón del calzado y pasar a modelos más planos si no se está acostumbrando a ello. Y cuidado con cordoneras o cinchas de sandalias al apretarlas en el antepié, evitar calzados con suelas demasiado finas. Ah, y recordar que las chanclas no son para pasear, si estáis por la playa dar pequeños paseos con pies descalzos serán de buen agrado por vuestros pies.
Fisioterapeuta y Podólogo
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